sábado, 31 de enero de 2009

El ángel caído

Laura dejó sonar el teléfono cuatro veces antes de contestar. “¿Si?”. Hasta ella se dio cuenta de que la voz le salía más de la almohada que de la garganta, pero al fin y al cabo, ¿quién puede llamar a las cuatro de la madrugada y esperar ser atendido con entusiasmo?

Al otro lado del auricular escuchó la voz a la que se había acostumbrado tanto durante mil noches de trabajo febril en busca de un sueño. “No te lo imaginas... ¡lo han aprobado! Nos vemos en le laboratorio en 25 minutos”. Eso fue todo, más que suficiente para que en ese mismo instante el cerebro de Laura volviese a estar en su sitio, y con él regresara también la energía a su cuerpo. Pegó un salto en la cama, corrió a la ducha y en 15 minutos estaba en el laboratorio, presta a recibir la noticia tanto tiempo esperada.

Ricardo tardó en aparecer... ahí delante tenía la caja fuerte en la que se guardaba el trabajo de cinco años y la espera de 6 meses hasta recibir el documento que les autorizaba a experimentar con seres humanos... solo pensar en las posibilidades hizo que empezase a sudar. De repente se decidió a probarlo sola, en aquel mismo momento. Se acercó a al caja e introdujo la llave en la cerradura. Un golpe seco a su espalda la sacó del trance. “¿No puedes esperar un minuto más o qué? La voz de Ricardo entro por la puerta antes que él. Llevaba los documentos de autorización agarrados como un hijo enfermo, y cogió la mano de Laura, para realizar juntos el gesto de abrir la caja fuerte... la caja de los vientos, de la libertad....

Permanecieron más de dos minutos mirándose a los ojos sin decir una palabra hasta que alguno de ellos no pudo soportar la impaciencia. Abrieron el primer envase experimental, y cogieron dos tabletas como siguiendo un ritual sagrado. Estaban decididos a probar en si mismos el único sueño humano que la ciencia no había podido hacer realidad hasta ese momento. El sería el primero. Laura comenzó a tomar notas una vez el hubo tomado el preparado, y las reacciones comenzaban a ser evidentes. La presión dorsal fue tan fuerte que Ricardo cayó de rodillas, la espalda se hinchó a la altura de los omoplatos, y las primeras plumas y nerviaciones asomaron primero despacio, y luego con más fuerza hasta conformas un maravillo para de Alas.

Una vez consumada la metamorfosis, se levantó. Todo parecía ir bien, y sin embargo la presión arterial no bajaba a valores normales... El corazón simplemente no aguantó a las nuevas inquilinas. Laura pudo ver perfectamente la evolución en su expresión, de la felicidad con el primer batir, a la congestión repentina. Ricardo comenzó a gimotear y se derrumbó como un pelele... No funcionaron el masaje cardíaco ni la adrenalina, justo en el momento en que Laura empezaba a sentir también los primero síntomas... Lo vio morir, y tuvo el tiempo justo saber lo que siente un ángel caído cuyas alas son un invento propio, cuando le pesan demasiado para seguir viviendo con ellas.

1 comentario:

  1. A partir de ahora me tendrás por aquí.

    Me ha encantado. Un besote.

    Lis

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