Aquella noche, al llegar a su casa la encontró distinta. Igual que por la mañana pero a la vez, de algún modo, totalmente ajena.
Sabía que un silencio amoroso hubiera sido el mejor compás para un diálogo que sólo podía tener consigo misma y sin embargo cada tarde, al salir de la oficina y tomar el camino a casa imaginaba su mirada y su abrazo que sin conocer echaba en falta.
¿Cuándo se dio cuenta de que la había perdido? Quizá fue el día en que comprendió que jamás podría ayudarla.
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