jueves, 23 de septiembre de 2010

Ni un alma sola

Imagina que vas por un parque y conoces a una madre. Una normal, pero más guapa... más joven y más triste. Imagina que te pones a jugar con su chaval aprovechando que él mismo te la da oportunidad con una mirada piílla. Tras un rato cruzas una mirada con la madre... y ya habéis saltado la barrera.

¿Cuántas historias podrían haber comenzado así?... Supongo que hubiese sido posible que yo fuera un depravado, o un recalcitrante en busca de cobijo y compasión. Ella podría haber sido una asesina en serie o una madre soltera desesperada por compartir la pesada carga que un mal novio la dejó en su momento.

Todas esas hubiesen sido, estoy seguro, estupendas historias… pero no, la mía no fue así.

Una mañana Ella llegó acompañada por un hombre que la cogía de la mano. Vi en sus ojos (los de él) felicidad y en los suyos (los de ella) algo que me devolvió a mi infancia. Algo como la inseguridad que siente un niño cuando por primera vez acude a casa con un suspenso en el boletín de notas. Ese algo me preocupó y decidí seguirles.

Tras abandonar el parque por la avenida del Norte, giraron a la derecha (como yendo hacia mi casa precisamente). Recorrieron la calle de la mano y conmigo detrás hasta la tercera esquina. Ahí se despidieron con un apretón de manos y cada cual fue por su lado. Yo la seguí desde lejos, pero simplemente llegó hasta un portal y desapareció.

Al día siguiente volví a encontrarlos, y le seguí a El cuándo se despidieron en la esquina de mi calle. Anduvimos durante tres manzanas más hasta que se detuvo ante un local en el que entró. Espere mirando desde lejos sin poder ver el cartel del local durante más de vente minutos, hasta que abandone la esperanza de verlo salir de nuevo y me atreví a acercarme.

Casi me sentía como un espía mientras franqueaba los treinta metros que me separaban de aquella tienda y durante un momento me arrepentí me inmiscuirme así en la vida de la gente… pero eso trajo a mi memoria de nuevo la mirada de nerviosismo, y seguí caminando hasta ver que le local tenía un cartel en la puerta que rezaba “Ni un alma Sola, S.L”